sábado, 12 de febrero de 2011

Se renueva mi fe en la sociedad italiana!

Es que soy genial. Antes lo digo, antes publican que


A ver si consiguen algo...

jueves, 10 de febrero de 2011

No passsssa nada

Después de cinco meses y pico en Italia, después de haber trabajado aquí un mes el año pasado y después de haber estudiado bastante historia italiana y haber leído bastante prensa nacional... creo que tengo derecho y juicio suficiente para empezar a expresar mis opiniones acerca de este país sin caer en topicazos.

Vaya por delante que ME ENCANTA Italia, es un país que me fascina en muchísimos aspectos. Pero precisamente por lo mucho que me gusta, me da pena cuando veo las cosas que aquí no funcionan (y que sospecho que tardarán varias generaciones en funcionar).

En concreto, una de las cosas que no me gusta de Italia (aunque sospecho que en el sur es algo más acuciante), es la filosofía del "no passsssa nada". Tranquiiiiiiiilos. Si algo lo podemos hacer mañana, ¿por qué agobiarnos hoy? Si puedes obtener el mismo resultado haciéndolo peor, ¿por qué emplearte a fondo? And so on.

Y en realidad lo tengo que decir con la boca chica, porque nosotros los españoles sabemos mucho de nopassssanadismo. Y sin embargo (ver para creer), en Italia nos superan.

Lo más llamativo del "no passsa nada", lo que no puedo alcanzar a entender, es cómo los italianos, teniendo el país tan rico que tienen, se conforman con un gobierno corrupto, incapaz e irrisorio. Si los Españoles tuviéramos un gobierno tan ineficaz y tan escandoloso, quiero pensar que saldríamos a la calle a la primera de cambio para exigir un gobierno decente.

Pero ahí está Berlusconi, con su Ruby, con sus acuerdos con la mafia, con sus represiones a las manifestaciones estudiantiles... y los italianos tragan. He intentado entender por qué, y creo que es porque
a) están tristemente acostumbrados
b) tienen esa filosofía de "yo solo no puedo hacer nada", así que nadie hace nada.

Hace poco leí en un periódico italiano un artículo muy crítico con la prensa internacional, incluída la española. El periodista se quejaba de la imagen de Italia que da la prensa internacional, arguyendo que estaba plagada de estereotipos y que casi siempre se trataba de un periodismo sensacionalista y superficial. Al final, le acababa dando la vuelta a la tortilla y era la prensa internacional la culpable de la imagen de Italia.

Flipé mucho con ese artículo, porque además estaba escrito de una manera super mordaz.

Se lo comenté a un amigo de aquí y, en una suerte de juego de los espejos infinitos, él me dijo su opinión sobre mi opinión sobre la opinión de este periodista sobre la opinión que la prensa internacional tiene de Italia.

- A ver, ¿tu madre es perfecta? (sí, me dijo "tua mamma").

- Mmm... no, claro que no.

- Vale, pero ¿a que no te gusta que venga nadie de fuera de tu familia a decirte los fallos de tu madre?

Aluciné de lo italianissima que era la metáfora. Efectivamente, para ellos Italia es una mamma. Imperfecta, pero amada incondicionalmente.
Me encanta el patriotismo de los italianos, pero sinceramente, creo que del patriotismo a la ceguera hay un trecho muy grande...

lunes, 7 de febrero de 2011

El universo no me deja estudiar

En mi cuarto no hay luz y hace un frío gélido.

En la cocina hay siempre gente/ruido.

No, no hay salita ni salón.

He intentado estudiar en el baño (verídico), pero aunque hace calorcito es incómodo al cabo de un rato (si mi abuela lee esto, llora).

La biblioteca cierra a las 17.30. Entre que terminas de comer, te arreglas y pillas las cosas... ya no te merece la pena ir.

Cuando voy a la biblioteca me encuentro a mil gente y no estudio; y si no encuentro a nadie me hago amiga del bibliotecario que me regala libros de poesías suyas (attttenzione!! poesías sobre Sevilla!! Hola?).

Cuando no voy a la biblioteca y me conciencio para estudiar en casa, me llama todo Cassino, erasmus y no erasmus, para salir/charlar/saber de otra gente. Y aunque resista a sus tentaciones (y no siempre lo hago, lo confieso), me hacen retrasar el momento de ponerme delante de los apuntes.

Cuando digo “ya vale” y me decido a estudiar en casa y bien, tengo que ponerme dos lámparas en la mesita de noche, un chaquetón y una manta (verídico).

Y entonces es el día que mi compañero de piso no trabaja y decide liarla en la cocina con música a jierro.

:)

Fdo, La niña que pese a todo está sacando 28s y 30s.

domingo, 6 de febrero de 2011

Aviso... y tardía declaración de intenciones bloggeras

... que, después de estos meses de silencio en el blog, se avecinan grandes tochos.

No, no me he olvidado del blog. No me he olvidado de la gente que sé que lo lee (pocos o muchos, más bien pocos). Pero he estado madurando mentalmente algunas ideas que creo que ya no están verdes. Se dejan comer, más o menos.

Serán entradas relativas a reflexiones, ahora que la Erasmus está cerca de su fin. Un po di tutto: cosas mías, cosas lingüísticas, cosas culturales (???, amo meter la palabra "cultural" cuando me refiero a un concepto tan general que ni yo sé qué abarca).

Creo que ya lo he comentado alguna vez, pero para mí este blog no es ningún compromiso ni obligación, y también creo que en el momento en el que un blogger percibe su blog como un peso ("¡tengo que escribir, tengo que escribir!"), pierde toda la originalidad y todo el sentido. Sí, esto último va por ti, mi querido cucarachito ;)

Así que por eso, por falta de ideas maduras y un poco por pereza, pa qué lo vamos a negar, es por lo que no he escrito desde noviembre. Pero vamos, que nunca es tarde para retomar las cosas, sobre todo (y de hecho únicamente) si hay ideas interesantes que compartir.

Un besito y hasta muy pronto!!

martes, 16 de noviembre de 2010

Cerca del hogar

No es ningún secreto que aquí, en Italia, estoy contentísima. Me va bastante bien. Que tengo amigos, que me lo paso bien, que salgo de fiesta. Pero cuando de repente haces una ventanita en tu rutina para asomarte a lo que era tu vida de antes, entonces es cuando te das cuenta de lo que echabas de menos todo eso.

Los amigos de los viernes. Impertérritos, como una certeza absoluta, y esperando con los brazos abiertos.

Los 20 grados de Sevilla y ese cielo que parece no haber visto nunca una nube.

Las risas y los chistes de los primos, el abrazo tan puro que te dan.

El zumo de melocotón al sol con “ellas”, saber que por mucho tiempo que pase, podemos ponernos al día en un rato.

El olor de la camisa de “él”, que me transporta a otros días, a otros abrazos.

Las comidas con mi familia, las de un día cualquiera, las de un día especial. Da igual, en todas acabamos riéndonos.

Mis “niños” de Confirmación, que ya no son tan niños, y que han dado ese paso tan importante convencidos e ilusionados.

Demasiadas alegrías en tan poco tiempo; aún las estoy digiriendo.

Pensé que después de un fin de semana así, me resultaría difícil volver a “casa”. Pero me recibieron con pasta al ragú, una tarta de coco y abrazos. Así que creo que he llegado a un equilibrio perfecto en el que me siento querida a la ida y a la vuelta (dos conceptos que empiezo a confundir...).

La conclusión es que tengo las pilas cargadísimas y muchas, muchas razones para decir

GRACIAS.


A todos.

domingo, 10 de octubre de 2010

I love(d) mi bike

Me gustaba mi bici. Me la regalaron mis padres al acabar 1º de carrera (en mi casa se sigue estilando aquello del “regalo por las notas”, como cuando éramos pequeñas). Llevaba un tiempo queriendo una bici de paseo, y me encapriché de esta en concreto cuando se la vi a una amiga. Era rosa.

Durante mucho tiempo, casi dos años, no la usé para nada. Tuve pequeños arranques, coqueteos, pero acababan mal... o rueda pinchada o caída o “me he comido todas las farolas posibles”. Sí, soy torpe.

Pero fui cogiéndole el gustillo. Comencé a verla como una alternativa al bus, y empecé a moverme con ella de verdad. En cuarto de carrera empecé a ir todos los días a la universidad en bici + metro. Era mucho más rápido y me encantaba salir tempranito de casa y cogerla, con el fresquito de la mañana en el pelo.

Se fue convirtiendo en un vicio. Para salir de noche me parecía la opción perfecta. También iba de compras con ella (las bolsas en el manillar), y alguna visita al Mercadona he hecho con ella (la compra en la cesta delantera a punto de rebosar). Le pillé el tranquillo a pedalear con tacones y cuñas e, increíblemente, me acabó pareciendo más cómodo que hacerlo plana.


Cuando fui a Florencia me traje una pegatina roja de la flor de lis (símbolo de la ciudad) para pegarla en el cuadro. Rosa y rojo, puñetazo en el ojo. Pues no. Me encantaba como quedaba. Después encontré aquel timbre tan repipi, “I love mi bike”. Pero es que en ese período la amaba de verdad.

La cesta se empezó a cansar de cargar diariamente con mis bolsos, la mayoría de los días grandes y pesados. Libros de la biblioteca, bolsas, chaquetas... hicieron que los tornillos cedieran, y la cesta traqueteaba desde hacía tiempo. “A ver cuando aprieto la cesta...”.

Los frenos también pedían a gritos que los revisara. Paulatinamente fueron dejando de hacer su trabajo. Uno de ellos de jubiló al 100%, y el otro había que apretarlo hasta el fondo para que hiciera un mínimo efecto. Un día le dejé la bici a un amigo para dar una vuelta y estuvo a punto de matarse porque yo no caí en avisarle de este pequeño detalle...

“Tengo que encontrar tiempo para arreglar los frenos”...

Y las ruedas. Las ruedas me traían de cabeza. Se me pinchaban cada dos por tres. Es sorprendente que hasta septiembre de este año no aprendiera a cambiar la cámara yo sola, pero siempre había contado con ayuda y me había apoltronado un poco. Hasta este verano, que dije: “se acabó, esta vez cambio yo las ruedas”.

Sí, este verano. El mismo verano de los picnics (poco presupuesto y un poco de imaginación fueron los detonantes), que montábamos en cualquier sitio donde pudiéramos llegar en bici. La suya negra, preciosa, y la mía rosa. Hacían buena pareja y todo, leñe. Tiradas en la hierba como nosotros, esperando al sol.

Cuando este verano veía que se iba acercando el momento de irme a Italia, pensé que la iba a echar de menos. Me había acostumbrado a ella para todo. Así que mis últimos días en Sevilla la estuve exprimiendo al máximo.

Dos días antes de irme, fui a casa de mi abuela, en los Remedios, con mi bici. Parece el cuento de Caperucita... lo malo es que me topé con el lobo. Cuando, ya por la tarde y en la Buhaira, salí de una heladería donde había estado con mis niños de catequesis, no pude creer lo que veía. O lo que no veía. No veía mi bici donde la había dejado amarrada. Veía mi pitón en el suelo, rota. Me fui acercando sin poder o sin querer darme cuenta de lo que pasaba. La pitón masacrada parecía un cuerpo inerte de algo que en algún momento tuvo vida. Lo más surrealista es que, junto al cadáver de la pitón, había una bici que no era la mía. Y estaba sin amarrar. En fin...

Alguien se había llevado mi bici. Alguien, a plena luz del día, en plena avenida de la Buhaira en Sevilla, se había llevado una bici. Una bici rosa, cursi como ella sola, con las ruedas un poco desinfladas, los frenos flojísimos, y la cesta y el trasportín bailarines a más no poder.

No era muy cara, claro que no. En X sitio las tienen ahora a Y euros, claro que sí. Pero esa no será mi bici.

A veces concedemos a los objetos una plusvalía, un valor por encima de su coste original y material. La plusvalía que tenía esta bici era que yo había cambiado mucho sobre esas dos ruedas. Los últimos años, que coinciden con la época en que la empecé a usar con asiduidad, han sido importantes y hermosos para mí. Años de crecimiento, de maduración. Sobre esa bici he pensado mucho. He cantado y hasta creo haber llorado.

Así que no solo me han robado una bici rosa y cursi, que traqueteaba y no frenaba... también me han robado eso. Y ha tenido que suceder para, finalmente, darme cuenta de por qué me gustaba mi bici.



martes, 28 de septiembre de 2010

viaja-aprende-crece




Llevo una semana aquí y ya he recordado por qué me encanta viajar.

Estoy convencida de que para apreciar lo que tienes, hay que conocer otras cosas. Para conocerte, hay que conocer a los demás. Para valorar las cosas buenas de tu cultura, tienes que encontrar cosas que van peor; y para aprender en qué se debe mejorar, tienes que maravillarte con las cosas en las que nos llevan la delantera (y hay tantas cosas...).

De lo más grande a lo más pequeño, se aprenden cosas maravillosas...

Y esto es solo el principio

(Los italianos beben agua ANTES del café y no después, para saborearlo mejor... qué monos que son).