Al cielo se sube por una calle empinada, cuajaíta de piedras, que yo bajé descalza. Más abajo, las farolas rielan en el río. Los gatos negros se camuflan en las paredes encaladas. Suena una guitarra lejos, lejos, pero muy cerca. Y me das la mano, y nos estremecemos a dúo. Te ríes, me río. Cocinaría para ti todos los días de mi vida... Méteme en tu universo, enséñame tu mundo, preséntame a tu gente, que hablemos de todo y de nada, del cielo y del infierno mientras él tiende. Enséñame cuántas subclases de bohemios existen, y discutamos, discutamos hasta la madrugada, para ver qué diferentes somos.
Huele a flamenco y oigo la canela, ¿me enseñas a ser sinestésica? Si es que ya te estoy echando de menos... A ti, a tu gente, a nosotras, a esta ciudad que visité antes pero nunca así. ¿Donde estaba escondida esta porción de paraíso?
Cuántas manos han tocado estos días mi guitarra... y me gusta pensar que algo de todos ellos se queda en las cuerdas gastadas, al tiempo que sus dedos, al tocarla, se contagian un poco de mí. Vayamos andando hasta la otra punta de la ciudad, que podemos. Granada... Gracias por estos días.
1 comentario:
Yo nunca la he visitado así. Y mira que soy asiduo :P
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