Era sábado por la mañana. Frío, mucho frío. Estaba en la puerta del Supermercado reproduciendo la siguiente secuencia de palabras a cada cliente que entraba:
- Hola buenos días, hoy estamos celebrando la campaña de recogida de alimentos de la Parroquia, si pudiera colaborar con nosotros aportando algo a la salida de su compra, se lo agradeceremos.
(Más sonrisa de oreja a oreja y voz melosa)
La primera hora fue deprimente. No llegaba nadie a comprar y, quien llegaba, no daba nada. En concreto, me impactó el siguiente encuentro:
Yo llevaría media hora en la puerta. Entonces se acercó un matrimonio mayor (60-65 años). Él, un anciano estándar de clase acomodada. Ella, una señora muy señoreada. Demasiado señoreada, de hecho, para ir a hacer la compra un sábado por la mañana. Si os digo que llevaba gafas de sol de Dior (estaba nubladísimo, ¿hola?), un moño hipercurrado y un pedazo de abrigo de visón, no me estoy inventando nada. ¡Un visón para hacer la compra!
Me aproximo con mi mejor sonrisa. Como veo que tiene la intención de pasar de largo pese a haberme visto, tomo aire y lo suelto todo de carrerilla:
- Holabuenosdíashoyestamoscelebrandolacampañaderecogidadealimentos...
No me deja terminar y me dice también con su mejor sonrisa:
- No, hija, nosotros ya hemos colaborado en nuestro barrio.
Me quedo pillada durante un momento pero me repongo. De nuevo la sonrisa.
- Bueno, pero ya que va a hacer la compra, tiene una oportunidad para volver a colaborar.
Y la señora, como si ella fuera sorda o yo subnormal, me vuelve a repetir palabra por palabra:
- No, hija, nosotros ya hemos colaborado en nuestro barrio.
Las puertas automáticas se cerraron detrás de ella y de su visón.
1 comentario:
Como dice Pablo a Tiomoteo, pues a insistir a tiempo y a destiempo. Yo colaboro con los niños de la calle y se como es eso.
Gracias y bendiciones
¡Feliz Navidad!
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