El chico de la cafetería, aquel muchacho de veintipocos que ponía los cafés tan sonriente, tenía un reloj con un papel pegado a la esfera, donde podía leerse escrito a mano: AHORA.
Solo ahora es ahora, está claro.
Y ese "ahora" acaba de pasar.
Menos mal que hay otro...
Tarde, se fue.
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