
Tras una fase de prueba, creo que ya es oficial que soy la niñera de una familia más (solo que, estando el patio como está, los padres saben que pueden contar conmigo solo puntualmente).
El viernes pasado tuve el segundo capítulo de esa fase de prueba, y estuve bañando y ayudando a una mamá a bañar a sus 3 peques (uno "grande" [tres añitos] y dos gemelas de un año).
El niño era un pelín tímido y no estaba muy por la labor, pero mis encantos niñeriles pudieron con él. Estando él en la bañera, yo cogí el primer ítem que asomaba por ahí: un patito de goma. Me acerqué al dinosaurio que tenía él, con el que estaba chapoteando en silencio, claramente cortado.
Cuando el patito empezó a hablarle al dinosaurio, al niño se le olvidó la vergüenza y el mal rollo, y a través de esos dos muñequitos de plásticos nos hicimos amigos él y yo. Si dejaba de mover al patito para ayudar a su madre con una de las gemelas, en seguida el chico me decía "¡eh, sigue jugando!". Y yo feliz de habérmelo ganado en tan poco tiempo.
En una de esas en las que el niño intentaba reclamar mi atención, empezó vapulear al dinosaurio arriba y abajo, chapoteando y salpicando agua. Entonces cogí al patito y dije con mi mejor voz de pato:
"Oh, ¿qué es eso? ¿Un terremoto?"
Y él respondió súper normal: "No, es un dinosaurio".
Y yo decidí que quería trabajar para esa familia.