Ese día, los niños estaban encantados. La niñera les había enseñado un juego nuevo, el juego del sí-no: el que la queda hace preguntas que no deben ser respondidas con sí o no, que son las palabras prohibidas.
Aquella tarde llevaban un rato largo jugando a eso en la piscina. La orgullosa niñera había visto cómo otros niños desconcidos se iban añadiendo al grupo y se divertían con el mismo juego.
- ¿Iríais conmigo a Disneyland? - preguntaba ella.
- ¡Por supuesto!
- Quizás...
- ¡Pues claro!
De vez en cuando, alguno se equivocaba y lanzaba un rotundo NOOO o un entusiasta ¡SÍ! Entonces, los demás reían. La niñera no se imaginaba el peligro potencial que escondía ese inocente juego...
La tarde estaba tranquila, así que hasta el socorrista se acercó a ver a qué jugaban esos niños. Pronto ya estaba jugando con ellos.
La quedaba uno de los niños mayorcitos. Ocho años y mucho descaro. Con determinación, señaló al socorrista.
- ¡Tú, socorrista! ¿Te gustaría que te pagaran más por tu trabajo?*
Y así fue como la niñera deseó que la tierra se la tragara.
*La respuesta del socorrista fue "Probablemente".
1 comentario:
Los niños son tremendos, Nanny.
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